PONENCIA "500 AÑOS DE RESISTENCIA INDÍGENA EN AMÉRICA"
500 AÑOS DE RESISTENCIA INDÍGENA EN AMÉRICA
Por
dos siglos peregrinaron por tierras inhóspitas hasta que un día el guía y
sacerdote Xólotl, se encontró de frente a la profecía de sus dioses, el águila
devorando una serpiente sobre un islote; ahí habría de fundarse México-Tenochtitlan,
la Ciudad Estado que por otros dos siglos sería el esplendor de la civilización
precortesiana, hasta que el caracol del Cuauhtémoc, el último Tlatoani, llamara a los
mermados guerreros al último combate, aquel 13 de agosto de 1521, hace 5
siglos, el día en que cayó Tenochtitlan.
Los
conquistadores: hombres recios, de curtidos cuerpos y temperamento para la
aventura y la ambición del oro, no tenían los alcances para entender la
dimensión de qué hacer con el mundo que habían derrumbado y el que habrían de
reconstruir, pero Hernán Cortés y algunos ilustrados conocían la historia de la
conquista romana en las tierras españolas, británicas, alemanas y todo aquel
mundo europeo en el que quince siglos atrás los romanos mezclaron sangre y
cultura, pero más importante aún, impusieron el latín por encima de las lenguas
bárbaras.
Las
culturas mesoamericanas habían alcanzado la plenitud en Machu Picchu, Tikal,
Copán, Uxmal, Chichen Itza, Palenque, Bonampak, Monte Albán y Teotihuacán, los
calendarios medían con exactitud pitagórica los días y las noches, los años y
las estaciones. México Tenochtitlan en dos siglos alcanzó tal esplendor que en
los memoriales de Culhuacán dice; “En tanto permanezca el mundo, no acabará la
fama y la gloria de México Tenochtitlan.” Para el conquistador era imposible
borrar de la faz de la tierra la profunda raíz de los mayas asentados desde
Honduras, por toda la península y aquí en Chiapas, la de los totonacas en el
Golfo, el mítico árbol de los siete pueblos Nahuatlacas que poblaron el Anahuak;
todo era un mosaico de 80 idiomas, variedad de sangres y una portentosa
cosmovisión de la que ellos se sabían eran tocados por el oráculo de sus
dioses.
Imposible
sacudir y enterrar a una civilización así, diseminada desde la Patagonia hasta
los desiertos del norte, enraizada en las tierras de todas latitudes.
Para el
conquistador no hubo más camino que el mestizaje, destruir y reconstruir sobre
lo destruido, se derrumbaron teocalis para plantar los templos católicos; Tenochtitlan
la ciudad que asombró al español, cuando la contemplaron desde las faldas del
Popocatépetl y apuntó Bernal Díaz del Castillo, “que parecía estar viendo una
de esas ciudades de fábula, de los cuentos de Amadís”, habría de ser el
cimiento sobre el que se trazó y diseñó la nueva gran ciudad de México, capital
del Virreinato.
La
conquista de América tuvo en la caída de México Tenochtitlan y su renacimiento
mestizo, el emblema del encuentro de Europa con el nuevo mundo, la conquista se
extendió por el sur y sureste de México hasta las tierras que antes poblaron
los Mayas con su civilización cósmica, la que construyó palacios de piedra y
estuco, plantó observatorios en Palenque y Chichén Itza, en Tikal el cuadrado
arquitectónico con el que representaban su cosmogonía, los cuatro periodos del
año que hoy nosotros llamamos las 4 estaciones, al igual que los cuatro pilares
sobre los que se representaba el cosmos; los astrónomos mayas observaban el movimiento de los astros precisaron
el más exacto calendario solar y aun cuando las ciudades que incubaron esta
civilización fueran devoradas por las selvas, en el alma de sus descendientes
Tzotziles, Tzeltales, Tojolabales, Choles y Kaqchikeles persiste el indeleble sello
de su pasado.
La conquista vino del mar y
desembarcó por el Caribe, los mares que bañan las costas de hoy Centroamérica,
la cuenca del Amazonas, tierras adentro hasta el Cuzco donde Pizarro encontró
fiera resistencia de los Incas al mando de Atahualpa. La desembocadura del mar
de la Plata bautizado así por Juan Díaz de Solís muerto a flechazos en las
inmediaciones de su descubrimiento, los conquistadores avanzaron sobre los
dominios de los Araucas quienes escribieron en el poema épico de Ercilla: La
Araucana, la leyenda de su defensa indómita.
A mediados del siglo XVI la
conquista casi había concluido, de los héroes de la resistencia quedaba la
imagen de Cuauhtémoc colgado de una ceiba en algún lugar de la selva, Atahualpa
atornillado a un madero después de convertirse en cristiano, Caupolicán quemado
vivo sin exhalar un gemido; Cortés con grilletes y cadenas había regresado a
España para morir después, Francisco Pizarro subido al cadalso por la discordia
del oro, Diego de Almagro derrotado y muerto, Pedro de Alvarado el conquistador
de Guatemala muerto lejos de sus tierras dominadas al desbarrancarse el
caballo; la Malinche interprete y amante de Cortés, madre del primer mestizo
verdadero había perecido sin dejar señales de su final; Alvear Núñez Cabeza de
Vaca después de explorar el norte y la Florida, había navegado por mares y
ríos, caminado por selvas inhóspitas para descubrir las cataratas de Iguazú;
Magallanes había comenzado la vuelta al mundo que habría de concluir Elcano, nuestro
nuevo mundo ya tenía nombre, se llamaba América por su cartógrafo y no Colombia
por la envidia a su descubridor: Cristóbal Colón. La conquista estaba
consumada, comenzada la colonización.
La España que fundaron los
virreinatos, capitanías, provincias, audiencias y gubernaturas para asentar el
poder del Rey, era distinta a la de los conquistadores, llegó en mandos de
servidores de la Corte de alguna ilustración y caritativos religiosos quienes
se echaron a cuestas la cruz de la evangelización.
Esa España provenía de la lucha por
siglos contra los infieles árabes-judíos, y al estallar en Europa las guerras
protestantes, España se asumió como el baluarte universal de la iglesia
católica, para dejar atrás al medioevo y convertirse en la España renacentista,
que cuajó la colonización en América.
Mientras aquí los conquistadores
expandían su dominio terrenal a nombre del rey, los religiosos llegaban a los
puertos y playas: 12 Franciscanos a Veracruz, 47 Dominicos marchaban por un año
desde Sevilla para embarcarse en San Lucas de Barrameda hasta la laguna del
Carmen, y de ahí, caminar hasta esta Ciudad Real guiados por quien era el
obispo nombrado a la diócesis de Chiapa: Fray Bartolomé de las Casas.
La colonización asumió otro
derrotero, la espada se rendía ante la fe católica y con el bautismo llegaba la
lengua castellana, fuente de la comunicación y nacimiento cultural de los
pueblos iberoamericanos.
Con la lengua castellana llegó la
escritura a los pueblos originarios de la mano de frailes narradores de sucesos
y costumbres, a ellos debemos el conocimiento de nuestro pasado: Luis de
Casillas, Antonio de Remesal, Francisco Jiménez quien apuntó de las cosas de la
provincia de Chiapa y de Guatemala. Por ellos conocemos nuestro pasado.
Los religiosos españoles
descubrieron el paganismo de este nuevo mundo, definieron su convicción de que
el Rey debería evangelizar a los infieles, expandir a todos los confines la fe
católica, conforme a la misión providencial de España.
Aquí en San Cristóbal de las Casas,
se dio el fenómeno que cambió el rumbo de la evangelización, los encomenderos
españoles recibieron tierra y pobladores indios, a éstos los sometieron a la
esclavitud para plantar simientes, abrir montañas a los cultivos, extraer el
oro y la plata de las minas, y por si no fuera mucho se dijo que no eran
humanos capaces de recibir el bautismo; la esclavitud del trabajo y de
conciencia dio origen a que Fray Bartolomé de la Casas, emprendiera una cruzada
en demanda de justicia para los dominados, que llevó a una de las más memorables
confrontaciones de la época, la polémica indiana entre Juan Gines de Sepúlveda
y Fray Bartolomé de las Casas, para discutir conforme al Pensamiento
Aristotélico si los indios tenían o no alma para recibir el bautismo, la
Polémica Indiana ante el Tribunal de Valladolid, esta contuvo la esclavitud de
los indios y provocó la importación de los esclavos negros, que dieron origen a
la tercera raíz mestiza en Mesoamérica.
Sobre las tierras y pueblos
conquistados España montó una pesada armazón de modos distintos de vida social,
con ella apabulló lo indio; la tierra antes aprovechada colectivamente por una
agricultura de caracteres cósmicos fue redistribuida en las encomiendas que
incluían bosques, aguas y pobladores; el arado sustituyó a la macana, la rueda,
la carreta y yunta a la tracción humana; se introdujeron nuevos cultivos: la
vid, el trigo, el arroz, los frutales: el ganado vacuno, el caballo, el puerco
y las ovejas que hicieron de la producción extensiva una actividad de rasgos
capitalistas.
La organización política de los
pueblos originarios, fue dislocada por la instalación de los cabildos
municipales, las prefecturas y alcaldías en la división territorial y en la
representación real en audiencias, capitanías generales y el virreinato.
La Corona Española no pretendió el
exterminio de lo indio, resultado de la polémica de Valladolid y el incansable
batallar de Fray Bartolomé de las Casas; En las leyes de Indias los pueblos
originarios fueron reconocidos libres en lo corporativo; en lo individual siguieron
sometidos a la encomienda. Al ser considerados vasallos del Rey el estatuto los
colocó en una condición ínfima de la escala social, al no ser reconocida la
libertad individual en el trabajo de la tierra y en el ejercicio de los
derechos, los representantes de las comunidades únicos interlocutores con los
representantes del poder colonial, se convirtieron en caciques.
Una nueva fuerza de trabajo emergió,
los indios dejaron sus antiguas prácticas para ser los canteros; quienes hacían
la cal y acarreaban la arena para la argamasa de los templos, conventos y
palacios barrocos que habrían de ser fastos de la Nueva España.
A
lo largo de tres siglos se pretendió sobreponer la pesada armazón de la colonia
sobre el universo indígena, a lo largo de tres siglos la resistencia de ellos
se dio en todos los frentes, multitudes se remontaron a las montañas y
preservaron su habla y vida; otros ocultaron sus creencias de los muchos dioses
y negaron en conciencia la fe en un solo Dios. Aquí en Chiapas la religión
impuesta se cargó de sincretismo y de rebeldía ante la tiranía de curas y
caciques evangelizados: evidencias fueron apariciones de vírgenes y nuevos
sacerdotes en Chenalhó y Tzinacantán en el año de 1712 los que desembocaron en
la aparición de la virgen de Cancuc y la aparición de sacerdotes iluminados que
prendieron en la superstición india y fundaron una iglesia propia entre pueblos
de la región, los Tzeltales organizaron un ejército similar al de los Españoles
y se declararon en rebeldía, fueron derrotados y ejecutados los cabecillas en
1715, la tiranía del Obispo, del Cura de Cancuc y la expoliación en tributos
exagerados dieron causa a esta rebelión marcada por la religiosidad.
Por tres siglos una estructura económica,
legal y política pretendió imponer el orden colonial, y por tres siglos el ser
de los pueblos originarios se mantuvo incólume. Con la Independencia México se
reconoció como una nación mestiza, las Leyes suprimieron las castas para que
prevaleciera una nación de iguales, una nación de nosotros y no de ellos o de
aquellos.
El México imaginario no pudo atajar
o enterrar al México profundo, está presente en el habla, el pensamiento, la
religiosidad, la sangre, las creencias, el arte, las fiestas y festividades del
pueblo.
Esta
resistencia obliga al estado mexicano a reconocerse como plurietnico y
pluricultural.
En
la diversidad esta la riqueza y la potencia futura de la nación, esta amalgama
del hierro, el bronce, el cobre fundidos con la plata, el jade, el ámbar, el barro y la
argamasa de sangre se transformarán en
el oro, parafraseando a Bernardo de Balbuena “La nueva grandeza Mexicana.
Excelente
ResponderEliminarComo siempre
Como todo lo que hace el d.placido morales vazquez.
ORGULLO CHIAPANECI
Felicidades por el éxito de tan significativo acto, el foro por los 500 años de resistencia indígena impulsado por el Dr. Plácido Morales.
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