DISCURSO PRONUNCIADO POR PLÁCIDO MORALES VÁZQUEZ AL RECIBIR EL PREMIO CHIAPAS 2018.

 



DISCURSO PRONUNCIADO POR PLÁCIDO MORALES VÁZQUEZ AL RECIBIR EL PREMIO CHIAPAS 2018.
13 de noviembre de 2018.
Teatro de la Ciudad “Emilio Rabasa”
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.



Chiapas es realidad y es idea, existe en su universo natural y cultural, en su geografía delimitada por una frontera reciente y convencional, entre la que se define un mapa territorial cubierto de bosques y campos, surcado por ríos y separados por montañas que  trazan valles formadores de regiones pobladas en el tiempo por pueblos diferentes en la unidad que le da una existencia común.

Sobre esa realidad natural se finca su composición cultural. La nación de los pueblos originarios conquistada con la espada de los españoles y dominada con la cruz de los religiosos fue origen de la colonia, cuya fuerza   no alcanzó a imponer el mestizaje total y a pesar de la fiereza de los conquistadores y el despojo territorial con las cedulas reales de la encomienda, el indómito ser de los pueblos originarios preservó su habla, su sangre, sus costumbres y su profunda raíz comunitaria.

Chiapas se fundó hace 5 siglos, al impulso de  2 peregrinaciones: la que marchó desde el altiplano costeando el golfo, cruzando montañas y venciendo las resistencias de la naturaleza y la de sus pobladores indios, para fundar con el hierro y la palabra castellana Chiapa de los Indios y Chiapa de los Españoles, y la que  partió de Salamanca con 47 dominicos guiados por del obispo Fray Bartolomé de las Casas y tras un año de navegación, calamidades y caminar   desde la España medieval hasta Ciudad Real, para desde ese santuario de la fe católica, predicar el evangelio, levantar templos, fundar nuevos pueblos en estas remotas tierras.
  
La preservación de los pueblos originales, el mestizaje, el trasplante de población negra, las migraciones orientales y europeas son los elementos que por la sangre, las costumbres, el lenguaje y la naturaleza que remarcó regiones, hicieron el carácter y la identidad regional que perfila varios Chiapas que en su diversidad hacen uno solo, unido por la lengua, la coexistencia religiosa, la pertenencia a un orden gubernamental y a una ideología nacional.

Ese es el Chiapas existente y real, hay otra Chiapas el Chiapas presente e ideal, abierto, externo, individual y colectivo. que se hace presente en el hacer y el pensar,  en la labor de quienes cultivan la tierra, tejen el colorido de las artesanías, comercian en plazas y caminos, en los trabajadores  que con su recia labor construyen casas y edificios, enseñan en las aulas, investigan para la ciencia conocimientos y práctica  para la atención de nuestras enfermedades, para el saber de las etnias y sus costumbres, la conservación de los bosques y suelos, el aprovechamiento agrícola para la producción de alimentos, el inventario y la conservación de nuestra fauna y flora. Ciencia y técnica para el aprovechamiento de la fuerza de los ríos, la energía de los vientos.

Lo nuestro es presencia en nuestro arte literario, en la narrativa que nos presenta ante los ojos del mundo. En la pluma de Rosario Castellanos con toda nuestra tragedia social, nuestra abulia provinciana, nuestra impaciencia ante un destino que parecería manifiesto, la poesía Chiapaneca descarnada y avasalladora de la cursilería; la que canta a la muerte, al sudor, a la sangre y a las lágrimas en la voz de Jaime Sabines, poeta nuestro entregado al mundo.

Somos presencia en los juristas que descubrieron idea del ser conducir al ser político: Emilio Rabasa y Andrés Serra Rojas, somos presencia histórica nacional en el plebiscito formal que nos hizo mexicanos y somos presencia histórica universal, en la insurgencia de los indígenas zapatistas quienes en su minoría alzaron la voz por otras minorías, que al igual, fueron excluidos de la justicia.

Chiapas es una realidad que le da existencia, a la que debemos darle más presencia, en conocernos más, para ello buscamos en la historia el eterno retorno a la duda original: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? del pasado hecho memoria y de ella, la historia: La historia nos enseñará. Porque ningún presente nos explicará el pasado, pero todo lo pasado nos puede aclarar el presente.

Pero no todo apunte sobre el pasado, puede ser historia, y no debemos recaer en la antigua idea de que es una época que le gusta a otra época, no, hurguemos en los hechos pretéritos, sin temor, desenmarañemos en tiempo y circunstancia el nacimiento del Chiapas Mexicano, desenterremos el Porfiriato con todas sus contradicciones y desempolvemos la reacción Mapache contra el agrarismo revolucionario. Nosotros debemos abrir todas las compuertas del pasado, incluso las recientes, para vernos ante el inflexible espejo de la verdad histórica.

La descripción de los hechos pasados y  la explicación racional de sus causas es la historia, no como la aprehendimos o nos la impusieron: héroes de espada y de uniforme, héroes y villanos, los unos vencidos y sacrificados, suma de agravios, traumas patrióticos y derrotas heroicas, pero al fin derrotas; La leyenda, el mito o la crónica convertida  en  Histórica oficial, volver al conocimiento histórico verdadero,  sin exaltar a los alatares  el pasado prehispánico ni borrar  la colonia con su oscurantismo y explotación, ni explicar la reforma como una disputa entre patriotas y traidores, la confrontación de mediados del siglo XIX fue entre mexicanos  con diferente visión del  país, no buenos y malos, simplemente mexicanos: unos fueron conservadores y los otros liberales, todos Mexicanos.  Tampoco podremos comprender a la revolución borrando el  porfiriato,  Hubo Revolución porque existió el Porfiriato, no podremos escrutar al México   Independiente sin  antes entender  el eterno tiempo de los 3 siglos de la colonia, época en que se forjó el mestizaje de la cultura nacional, por ello afirmó hay pasado pero no hay historia si no revisamos a destajo todas las etapas: El Virreinato de la Nueva España, La capitanía General de Guatemala   el mayorazgo de la provincia del Chiapa, territorios y tiempo en que se forjó en los vaivenes de la emergencia del liberalismo, este Chiapas negado a ser centroamericano para ser Mexicano.

La búsqueda y el encuentro de la verdad pasada no será con los individuos y los caudillos, por más mérito y patriotismo demostrado o adjudicado, los grandes actores son los pueblos, nosotros hemos confundido la persona que guía con el pueblo que hace, por eso la historia es tarea de una sociedad que reflexiona y escribe sobre otra sociedad de otra época, la historia es saber, creer y conocer.  He afirmado desde el año del bicentenario, que todos los pueblos periódicamente debemos revisar nuestra historia y reescribirla al tiempo cuando las pasiones de los conflictos se atemperan, las tormentas amainan y se hace la luz para encontrar la verdad.

Todos los procesos que marcaron una época y se afirman históricos, los detonó la injusticia y las motivó una idea: independencia, federalismo, libertad, o democracia, cuando estos idearios triunfaron se convirtieron en Ley, una constitución para hacer una República Federal, otra para hacer del estado laico, una más para dar justicia social y democracia política, pero ninguna nos dio una Ley definitiva, que nos  hiciera un gran pueblo como dijo El Chiapaneco Emilio Rabasa, porque estas leyes son imitación de otras aplicables  a otros, este es el tiempo de hacer Leyes e Instituciones Mexicanas a lo mexicano, para los mexicanos. Hagamos  ahora de nuestro vigor  histórico, el pilar de la conciencia ciudadana para vivir en un estado de derecho, forjemos con la educación  la ciudadanía, en  los valores nacionales: La  soberanía popular y la democracia como sistema de vida. Entonces esta realidad que es Chiapas será también presencia en los valores que encierran las normas jurídicas, esos valores que son la libertad para ser ciudadanos plenos, la igualdad para que el poder público esté al alcance del poder cívico, así se pueden alcanzar los pendientes, superar el rezago de nuestros derechos para la existencia del estado de derecho.

Recibo hoy el premio Chiapas, máximo galardón que otorga el Gobierno del Estado a quien a juicio del H. Jurado lo amerita, agradezco a la Facultad de Derecho de la UNACH me haya propuesto, al Dr. Andrés Fábregas Puig Director del CIESAS, su propuesta inicial, al sistema Universitario UTAC-USAM del Maestro Guadalupe Méndez Toscano su gestión y otros tantas universidades y personalidades de la ciencia y del arte que respaldaron esta propuesta.

Recibo el premio Chiapas, a nombre de quienes en las aulas enseñan, en los laboratorios experimentan, en los archivos hurgan, en las bibliotecas indagan y hacen la ciencia y la técnica  para que de la naturaleza aprovechemos sus frutos, sin alterar su armonía, quienes estudian y practican la medicina para  la prevención y la curación de las enfermedades,  quienes con  la teoría y la  mística   educativa  abren otros ojos al conocimiento en las lenguas nativas, para  al igual de quienes hablan y piensan en castellanos conciban una idea  del universo  y de los valores nacionales, sin variar la esencia de su ser.

Recibo este premio en nombre de todos los que buscan en los archivos el pasado perdido para hacerlo presente en la conciencia; de quienes  abrevan en la realidad para hacerla ciencia social, de quienes con la intuición de sus antepasados avistan el cielo para advertir las lluvias y los malos tiempos, de  quienes desde los observatorios previenen  los reclamos de la tierra y hacen posible la previsión de los fenómenos; quienes en los campos experimentan con el medio ambiente la mejor forma de convivencia y aprovechamiento  con la naturaleza sin olvidar que nosotros mismos somos naturaleza.

Recibo el premio Chiapas en  nombre de los  investigadores y creadores del arte Chiapaneco, de los artistas que estudian nuestra música y de quienes sin estudios, alumbrados por la intuición mantienen vivos los sonidos y las armonías   del alma popular: En las marimbas,  en las plazas, en las fiestas patronales de los pueblos, en los barrios en  donde subyace el “ México profundo”; en el sonsonete de los parachicos, en el redoble rítmico del tambor y en el inagotable canto del carrizo del carnaval Coiteco, en el colorido de los trajes tejidos  por las prodigiosas manos de las artesanas, en el lamento del arpa y la guitarra de los parajes indígenas con el que lanzan al viento su dolor o su apagada alegría de vivir. Recibo éste galardón por quienes anónimamente reproducen nuestro arte musical, nuestra poesía que se da en los sonidos de las palabra cotidiana: la marchanta del mercado, el campesino que sigue narrando pasajes de su portentosa imaginación, la fonética de nuestras lenguas originales, los modismos del habla Fraylescano, el cantado de los coletos y de los comitecos, el voceo del norteño de Pichucalco y de Catazajá,  voces poéticas tan nuestras,  y de los que contemplan y hacen la  pintura que nos lleva de  Bonampak a  los retablos de las templos con los  que se asentó la hispanidad, y que en su eminente arquitectura dominan las plazas y cierran  la espiral cultural  de un pueblo vivo, que es Chiapas.

En nombre de ellos recibo el Premio Chiapas, este Galardón que me compromete a aprender más de Chiapas, de conocerlo algo para amarlo más, a descifrar su entrañable misterio perdido en las piedras de Toniná y de Izapa, olvidado en la noche de la colonia, extraviado en las veredas de los parajes donde el indígena contempla el eterno movimiento de las estrellas, Chiapas  encontrado  en el afán  de su gente que trabaja y piensa  para hacerlo  mejor, para hacerlo más nuestro, como nuestra memoria, nuestra sangre, nuestra palabra, como este Chiapas deseado para todos, como la tierra de Coita, única absolutamente mía, en la que nací y vivo,  con la que un día como amorosa madre, me uniré en un abrazo final.

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